Prodigio de Dios mismo presentido
luciendo entre suspiros sobre un paso:
el sol que se inclinó frente el ocaso
en tu cara celeste ha amanecido.
Contigo todo abismo, por temido,
sucumbe y reconoce su fracaso,
se encumbra tu fulgor al cielo raso
y alumbra al corazón arrepentido.
¿Qué más gloria, por alta y por cercana,
que la tuya, crisol de la mañana,
reguero de hermosura que hace mella?
Te luces, nada menos, y más brillas.
Por eso tienden puentes dos orillas
y les guía en su fe la misma Estrella.